LA REVOLUCIÓN DE LONDRES, ARDE TRAFALGAR SQUARE
Corresponsal Eduardo Suarez.
Se suponía que sería una noche inolvidable. Y lo fue. Pero de un modo muy distinto de como lo imaginaban sus promotores. Dos diputados laboristas habían llamado a transformar Trafalgar Square en la versión británica de la plaza Tahrir: un campamento improvisado para protestar contra el plan de ajuste del Gobierno de David Cameron y cuestionar de paso su legitimidad.
Pero la violencia de cientos de antisistema propició un escenario bien distinto: con vandalismo exacerbado, hogueras esporádicas y choques violentos en torno a la estación de Charing Cross.
Protestas y vandalismo
La jornada se había dividido en dos capítulos opuestos. El primero, marcado por una marcha pacífica y multitudinaria en la que medio millón de británicos protestaron contra el plan de austeridad. El segundo, por un estrambote de violencia coordinado por cientos de encapuchados con ganas de bronca y bufandas negras.
Los primeros choques arrancaron al filo de las dos de la tarde. Justo cuando el líder laborista empezaba su discurso en el mitin de Hyde Park. Los antisistema la emprendieron por enésima vez en Oxford Street contra TopShop, asaltaron luego el hotel Ritz y al salón de té Fortnum & Mason y derribaron el portón acristalado de una sucursal del Santander.
En otras circunstancias, la protesta hubiera languidecido a la hora de la cena. Pero anoche era sábado y los adolescentes querían pasar la noche de botellón en Trafalgar Square. Anochecía y corrían el hachís y la cerveza y volaban las botellas de ginebra sobre la multitud. Al principio los antidisturbios dejaron hacer. Pero a medida que pasaban las horas, los manifestantes más pacíficos se iban a casa y los más violentos se iban haciendo con la situación.
Actuación policial
La chispa fue el asalto al reloj que marca la cuenta atrás para la inauguración de los Juegos Olímpicos de Londres. Los policías protegieron como un tótem sagrado y empezaron a empujar a los que quedaban hacia fuera de la plaza. Volaron los garrotes y los botellines de cerveza. Y los antidisturbios lograron su objetivo sólo a medias: unos 50 adolescentes se hicieron fuertes junto a la base de la columna de Nelson invocando su derecho a protestar.
A esas alturas, era casi lo de menos porque la violencia se había extendido por el Strand. Ardían tres contenedores detrás de la cripta de St. Martin y los antisistema acorralaban a un agente en la parte trasera de un camión. Las aceras eran un amasijo de cristales y los energúmenos llevaban la voz cantante entre la multitud. "Pero atacadlos", gritaba un borrachín de unos 50 años, "ellos son defensas y vosotros delanteros. ¡No os quedéis parados! Veo mucho centrocampista por aquí...".
Al otro lado de la calle, se mascaba cierta inquietud entre los intrusos. Los camareros del Pizza Express trancaban la puerta cariacontecidos. Dos japonesas pegaban la espalda a la trapa de una tienda. Los más jóvenes intentaban salir sin éxito del control policial. De vez en cuando sonaba el estruendo de un petardo junto a la policía y surgía la violencia en brotes sincopados. Siempre con la impresión de que podía llegar a más.
Se suponía que Trafalgar sería un remedo de la plaza Tahrir. Pero fue una batalla campal al pie de la columna de Nelson que se ha saldado con más de 200 detenidos por alterar el orden público y 66 heridos (casi todos leves), según informan los medios locales. Demasiado violenta para recordar.
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